Me han invitado a hablar sobre la educación en un enfoque más amplio. Y para dar respuesta a esta cuestión llegaron a mí las siguientes preguntas fundamentales: ¿Qué es la educación? ¿En qué consiste educar? ¿Es importante ‘educar’? ¿Cómo estamos educando hoy? ¿En quién recae la ‘responsabilidad’ de educar? ¿cómo y por qué? En ese orden de ideas, les comparto a continuación mis reflexiones personales respecto a este tema.
Educar como:
- Establecer unos parámetros de vida válidos, seguros y confiables sobre los cuales edificar una vida grata, sana, productiva y satisfactoria: (Valores).
- Implementar unos hábitos positivos de vida con los cuales garantizar y mantener la salud, la paz, la motivación y la realización personal y la convivencia armónica a nivel social: (Patrones de conducta).
- Adquirir unas habilidades físicas, mentales, emocionales, sociales y espirituales que nos permitan sentirnos útiles, productivos, positivos, empoderados y felices frente a las vicisitudes de la vida: (Destrezas).
- Asimilar unos conocimientos e información científica valiosa que nos potencie en nuestras metas personales y profesionales: (Conocimientos).
- Integrar unas prácticas físicas, psíquicas, morales, éticas y sociales que fomenten el ejercicio de la voluntad y la conciencia en los procesos de elección, en la toma de decisiones y en las pautas de acción a través de las cuales vivimos la vida y convivimos con nuestros semejantes: (Filosofía de vida).
En este sentido amplio de mi propia definición luego de 30 años de ejercicio docente, madre homeschool y líder comunitaria es urgente y necesario que todos tengamos la conciencia del impacto que nuestro actuar como adultos tiene en las generaciones más jóvenes porque todos somos maestros independientemente de la labor que realicemos como personas. Teniendo en cuenta esta definición y los aspectos incluidos, obviamente que ´educar´ es de vital importancia para el avance y logro de una sociedad más amorosa, pacífica y justa y una responsabilidad común de la sociedad en la que, desafortunadamente, no todos estamos siendo conscientes ni responsables frente a la realidad actual en la que urge que tomemos acción como adultos “referentes” de las nuevas generaciones.
La educación comienza desde que el ser humano nace. Todos los entornos de los cuales el niño o la niña forma parte cuando crece, participa y comparte con los otros son de vital importancia en la forma como percibe la vida y cómo a través de las diferentes vivencias y las distintas experiencias en las cuales se ve inmiscuido “aprende” del ejemplo y los modelos que le ofrecen quienes le rodean y con quienes convive a diario para ir estructurando una personalidad, una interpretación individual de la realidad, una filosofía de vida y una forma de actuar particulares.
Empezamos entonces por el hogar y la familia: ¿Qué tipo de ambiente y cosmovisión generamos como pareja en nuestra convivencia diaria? ¿Vivimos en una atmósfera de amor, confianza, altruismo, reconocimiento, valoración, trabajo en equipo y ayuda mutua?
¿Somos personas inteligentes, respetuosas, amorosas, comprensivas, dialógicas, conciliadoras, positivas y serviciales? ¿Con qué energía, narrativa, visión y filosofía estamos formando a nuestros hijos? ¿Somos parte activa, presente e influyente en la vida de nuestros hijos sin importar la edad que tengan? El planteamiento de estas preguntas es importante porque solo desde allí se puede medir el impacto que, como padres de familia tenemos en la vida y educación de nuestros hijos. Y ¿Por qué es la vida en familia tan importante en este tema? Porque la educación comienza en casa. Somos nosotros los padres sus primeros maestros y modelo; y sin lugar a duda, el más determinante en su caminar por la vida. El hogar y la familia son el entorno donde el niño aprende a amar, a respetar, a agradecer, a cuidarse, a comunicarse, a escuchar, a elegir, a debatir, a servir, a comprender al otro y a convivir con él. Los padres cultivan los valores y principios que rigen una convivencia armónica, pacífica, ecológica e igualitaria mediante la convivencia familiar cotidiana, actuando como líderes de estos pequeños seres humanos traídos a la vida por/con amor y unidos por la sangre a quienes llamamos familia.
En segundo lugar, están las instituciones educativas llámense estas: salacuna, jardín de infantes, escuela, colegio o universidad. Somos los profesores, maestros, instructores y/o tutores quienes continuamos con el proceso educativo de todos los niños y jóvenes de nuestra sociedad. De la misma manera que a los padres, ya en la institución educativa como tal, a los profesores se nos encomienda la misión de “guiar”, “orientar” y “acompañar” a nuestros niños en sus procesos de crecimiento, desarrollo y aprendizaje; todos ellos complejos, profundos y estructurales a la vez que decisivos en la constitución de la personalidad y la filosofía de vida de nuestros jóvenes. Es allí, en la larga convivencia académica de más de veinte años que requiere nuestra sociedad para que un individuo sea “profesional” donde se forjan todos los valores, conductas, prácticas, intereses, motivaciones e interpretaciones que el joven hace del mundo y su realidad tanto particular como global. ¿Somos como docentes personas idóneas en el ejercicio de nuestra profesión? ¿Somos la calidad de personas que estamos queriendo formar en nuestros estudiantes? ¿Estamos siendo seres humanos “ejemplares”, dignos de ser emulados? ¿Con qué energía, intención, motivación o necesidad e interés estamos siendo profesores? ¿Qué percepción estamos teniendo de nuestros niños y jóvenes en nuestro trato y convivencia con ellos como institución educativa?
Somos nosotros los maestros los “padres putativos” de los jóvenes cuando están a nuestro cargo y bajo nuestra responsabilidad. Y se convierte en nuestro deber y misión velar por su formación integral y garantizar la potencialización de sus capacidades físicas, psíquicas, sociales y espirituales, máxime cuando hoy por hoy pasan más tiempo en la institución con nosotros que en casa con sus padres. Los maestros generan la atmósfera en la que se fomenten y practiquen los valores y principios inculcados por los padres en el hogar.
Por último, está la sociedad como el entorno global en el cual el joven se involucra ya como adulto y profesional para ejercer su profesión y poner al servicio de la humanidad sus dones, talentos, características y cualidades con el fin de construir, sostener y favorecer una sociedad pacífica, armónica, equitativa y justa para todos a través de su aporte personal en todas las áreas del conocimiento, generando estrategias y mecanismos que permitan la participación y el beneficio de todos. Ya en este ámbito más general y amplio todos tenemos contacto con todos en el diario desarrollo de la vida comunitaria y social y es allí donde ya se están viendo los efectos de una sociedad contemporánea regida por la tecnología y el bombardeo de las redes sociales que nos vienen dirigiendo hacia el consumismo, el materialismo, el individualismo, la competitividad, la indiferencia y la mediocridad.
Somos todos los responsables de la educación de las nuevas generaciones. Se ha abierto una brecha generacional profunda basada en las dicotomías básicas de verdadero/falso; bueno/malo; correcto/equivocado, lo que nos ha llevado con los años a una relativización general en todos los ámbitos por el nihilismo actual en el que no creemos en nada ni en nadie.
En los últimos veinticinco años y de una manera precipitada la tendencia globalizante nos ha llevado a obtener una cantidad abrumadora de información que nos llega sin límites de todas partes a través de la tecnología digital y las redes sociales. La profesionalización y las oportunidades a nivel internacional nos han abierto las puertas al mundo aquí y ahora. Hemos tenido que asumir una realidad internacional globalizante para la que no estábamos preparados: adoptando y adaptando modelos foráneos que nos sacuden y contrastan de manera permanente a las generaciones mayores sin saber cómo integrarlo a nuestra existencia. Poco a poco movidos y forzados por este fenómeno globalizante y de apertura, nuestros hijos y nietos perciben la vida y la realidad de una manera diametralmente opuesta en la que surge el choque generacional y la crítica generando crisis existenciales y familiares profundas y de alto impacto que muchos vemos y sintiendo muy cerca, pero que siguen latentes en el corazón del mundo.
No vimos venir a este gigante. Nos tomó por sorpresa. Y hoy, de repente, ya ni padres ni maestros sabemos qué hacer. Las nuevas generaciones vienen siendo educadas a través de las pantallas, la tecnología, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial. Los referentes ya no existen, ya no somos las personas quienes compartimos el conocimiento y los saberes. Hoy por hoy nadie es digno de ser emulado. Cada uno busca en su propia oscuridad. No hay respetabilidad ni credibilidad en los adultos: padres, maestros o líderes. Nadie quiere ser guiado o encaminado en ninguna dirección. Cada uno quiere descubrir su propio camino, solo, sin restricciones éticas ni morales, pero con todas las oportunidades y posibilidades económicas para moverse libremente.
Lo cierto es que el modelo educativo cambió: la teoría empezó a primar sobre la práctica; el conocimiento sobre la experiencia; la palabra sobre la realidad: la relatividad y flexibilidad en los contextos en los que nos movemos ha establecido una libertad que nos ha llevado a la inconsciencia, en la que solo es importante y valioso lo que yo por mis ideas, intuiciones y actividades realizo y lo realizo sin tener en cuenta las acciones hacia un bien social sino a la satisfacción y bienestar personal basados en intereses y estándares conduciéndonos a la mediocridad en la que venimos viviendo. Los niños ya no disfrutan nada. Los adolescentes no quieren nada. Los jóvenes lo saben todo, lo quieren todo y van por ello. Todo es válido, aceptado y respetado socialmente.
¿Qué hacer ahora? ¿Cómo cambiar el rumbo? ¿A quién le corresponde “educar” hoy, cuando todos tiramos la toalla y nadie siente la necesidad ni la responsabilidad de hacerlo? ¿Pasará a la historia el compartir, el conversar, el debatir, el jugar, el convivir con las personas como el principal método de enseñanza-aprendizaje para ser humano? ¿Aprenderán nuestros nietos cómo vivir la vida a través de las pantallas y no por su propia experiencia personal? Desarraigados ya de nuestros ideales, afectos, valores y creencias básicas es el panorama ¿alentador o desgarrador? Lo dejo a su juicio querido lector. ¿Cómo educar ahora? Esta es nuestra nueva realidad y el reto de las generaciones jóvenes que empiezan a educar a sus hijos.
Sobre Luz Angela Moreno Flórez
Docente en idiomas, gestora de comunidades de aprendizaje y asesora homeschool. Su pasión es la lectura y compartir su conocimiento y experiencia como madre homeschool con los demás.
Ver todas las entradas de Luz Angela Moreno Flórez