Saturday, July 5Revista digital ISSN 2744-8754

Más allá del río o cómo llegar al Bosque de los vientos

En un claro del bosque, vivían cuatro grandes amigos: Corín, el conejo saltarín; Sabú, el búho sabio; Tras, el perro siempre alegre, y Melina, la gata tranquila y comprensiva. Juntos formaban un grupo inseparable, cada uno con un talento único que los hacía especiales. Mientras Corín recorría los campos con su energía inagotable, Sabú se entretenía leyendo las estrellas y descubriendo secretos del mundo. Tras siempre encontraba la manera de reunir a todos en una ronda de juegos, mientras que Melina, con su mirada calmada, sabía exactamente cuándo alguien necesitaba una palabra amable o un hombro donde apoyarse.

Un día, decidieron embarcarse en una aventura: cruzar el gran valle hasta el Bosque de los Vientos. Habían oído que, en ese bosque, crecían los árboles más altos del mundo y que en sus ramas se escondían los secretos de la vida si tenías la paciencia de observarlos.

 

Una mañana luminosa, los cuatro amigos comenzaron su camino hacia el Bosque de los Vientos. Corín, el conejo, lideraba el grupo, saltando ágilmente entre los árboles. “¡Vamos, vamos, que el día es joven!”, gritaba lleno de energía. Tras trotaba detrás, moviendo su cola y disfrutando del aire fresco. Sabú volaba de rama en rama, atento a cualquier señal en el cielo, mientras que Melina avanzaba despacio, observando los alrededores con calma.

Sin embargo, no tardaron mucho en encontrar su primer obstáculo: un ancho río cruzaba su camino, con una corriente rápida y peligrosa.

Corín, siempre lleno de energía, pensó que podría resolver el problema. “¡No hay problema! Saltaré de una orilla a otra”, dijo confiado. Y con un gran impulso, saltó… pero el salto no fue lo suficientemente largo, y aunque aterrizó en la otra orilla, quedó agotado, resoplando. ¡No podía seguir sin descansar!

 

“Quizá la fuerza no es lo único que necesitamos aquí”, dijo Sabú, que observaba desde una rama cercana. Con su conocimiento, comenzó a estudiar el río. “Sabemos que el agua siempre fluye hacia el sur. Si caminamos río arriba, puede que encontremos un puente o un lugar más seguro para cruzar”. – dijo a sus amigos.

 

El grupo decidió seguir su consejo y caminaron durante un rato. Sabú, con su inteligencia, guiaba el camino, pero después de un largo tramo, se dio cuenta de que no todo era tan sencillo. Aunque Sabú sabía mucho, no tenía la energía para moverse rápido ni la fuerza de Corín.

Pronto, Tras, siempre sociable y atento, notó que el ánimo del grupo comenzaba a decaer. Corín aún estaba cansado, Sabú parecía frustrado por no encontrar una solución inmediata, y Melina caminaba en silencio, pensativa. “¡No pasa nada, amigos!”, dijo Tras con entusiasmo. “¡Sigamos juntos, que lo importante es que estamos aquí los cuatro!”

Pero incluso con el optimismo de Tras, algo faltaba. Melina, que hasta entonces había observado en silencio, notó algo. Se acercó a Corín y le dijo suavemente: “Corín, te estás exigiendo demasiado. Es bueno ser fuerte, pero también es importante descansar cuando lo necesitas”. El conejo la miró, agradecido. Sabía que tenía razón. Del mismo modo, Sabú también se benefició de las palabras de Melina: “No siempre necesitas saberlo todo de inmediato, a veces la respuesta llega con el tiempo.”

Fue entonces cuando comprendieron: no podían confiar solo en una habilidad. Necesitaban equilibrar sus fuerzas, su conocimiento, su ánimo y sentirse mejor para continuar.

Juntos, se tomaron un momento para descansar, pensar y apoyarse mutuamente. Corín se recuperó, Sabú ajustó su plan, Tras mantuvo la moral alta del grupo, y Melina cuidó de que todos se sintieran escuchados. Al continuar, encontraron un tronco caído que cruzaba el río más adelante, lo que les permitió avanzar.

Finalmente, llegaron al Bosque de los Vientos, donde los árboles gigantescos se mecían en el aire, y el sol brillaba a través de las hojas. Se sintieron orgullosos de haber superado el desafío de llegar hasta allí, pero, sobre todo, entendieron que lo habían logrado porque se habían apoyado mutuamente. Cada uno de ellos había aportado algo esencial: la fuerza, el conocimiento, la alegría y la afectividad.

Al regresar a su claro, Sabú habló con calma: “Hoy aprendimos una gran lección. No basta con ser fuerte o sabio, ni con tener buenos amigos o cuidar nuestras emociones. Necesitamos todo eso, en equilibrio, para afrontar las dificultades de la vida”.

Y así, los cuatro amigos siguieron caminando juntos, sabiendo que su unión era su mayor fortaleza.

Aunque si alguno de vosotros se pregunta qué les contaron los árboles del Bosque de los Vientos.. también deberéis tener paciencia, ¡y os lo contaré en otra ocasión!

Al igual que Corín, Sabú, Tras y Melina, los niños y jóvenes necesitan un equilibrio entre sus aspectos físicos, intelectuales, sociales y emocionales para desarrollarse plenamente. En la educación en casa, cada uno de estos elementos es fundamental. Atender a su bienestar físico, estimular su curiosidad intelectual, fomentar relaciones sanas y cuidar de su mundo emocional es la clave para que crezcan fuertes y felices. Como padres homeschoolers, nuestra labor es como la de estos amigos: acompañarlos y asegurarnos de que encuentren ese equilibrio a lo largo de su camino.

Sobre Josune Segovia Bueno

Madre homeschooler, experta en Educación Alternativa
Asesora pedagógica en Clonlara School, programa en español
Te acompaño a encontrar tu Ikigai, ya seas adolescente o adulto.

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