La educación en la era de las máquinas de vapor
¡Hola a todos, en esta nueva de entrega donde juntos repensamos la educación! El asunto esta vez es volver los ojos al origen de dónde estamos. Hoy, los invito a un viaje en el tiempo para para descubrir cómo la transformación industrial revolucionó y marcó la forma en que educamos a nuestros hijos.
Imaginen un mundo sin fábricas, sin trenes, sin electricidad... Un mundo donde la mayoría de las personas trabajaba la tierra o en pequeños talleres. En ese contexto, la educación no era tan importante como lo fue después. A finales del siglo XVIII, una revolución tecnológica sin precedentes transformó la forma en que trabajamos, vivimos y, por supuesto, aprendimos. Las máquinas de vapor rugían, las ciudades crecían vertiginosamente y la necesidad de mano de obra se disparó.
¿Y qué tiene que ver esto con la educación? ¡Mucho! El aprendizaje de la época, antes enfocado en la enseñanza religiosa y básica, tuvo que adaptarse a las nuevas demandas de la industria. Nacía así un sistema educativo más estructurado, estandarizado y masivo, con un enfoque en la lectura, la escritura y la aritmética, habilidades esenciales para el trabajo en fábricas. En este contexto, surge la educación como una herramienta propicia para la disciplina de la nueva población urbana. Se despertó un mayor interés por la educación elemental y finalmente se estableció la escuela como un espacio cerrado por el que debían pasar todos los jóvenes para ser educados.
Pero no fue hasta la década de 1820 cuando los gobiernos empezaron a aprobar leyes que restringían la jornada laboral y se obligó a los empresarios a proporcionar condiciones de trabajo más seguras para todos, niños incluidos. E incluso entonces, la falta de inspectores hizo que siguieran produciéndose muchos abusos. Situaciones que nuestros adolescentes pueden leer en obras de, por ejemplo, Charles Dickens como Oliver Twist o David Copperfield.
¿Cómo eran estas escuelas? Pensemos en aulas llenas de estudiantes, filas ordenadas y un maestro al frente impartiendo conocimiento de forma uniforme. Un sistema, sin duda, eficiente para la industria, pero que dejaba de lado aspectos muy importantes del desarrollo infantil.
Las consecuencias de este cambio fueron múltiples, principalmente:
- Aumento de la alfabetización: La educación formal se expandió, permitiendo que más niños aprendieran a leer y escribir. Aunque no penséis que la mayoría de los niños estaban tantos meses ni tantas horas al día, puesto que, salvo las clases pudientes, su ocupación principal seguía siendo el trabajo. Y por si alguno lo dudaba, las niñas llegaron más tarde al tren de la educación.
- Preparación para el trabajo: Las escuelas graduaban a jóvenes con las habilidades básicas para incorporarse a las fábricas y otros sectores de la economía, estandarizando la enseñanza
Sin embargo, no todo fue color de rosa:
- Homogeneización: La estandarización de la enseñanza limitaba la creatividad y la atención a las necesidades individuales.
- Desconexión con la realidad: Los contenidos se centraban en lo académico, sin considerar las habilidades prácticas (aunque también existieron las escuelas de aprendices) y el contexto social de los estudiantes.
- Desigualdad: El acceso a la educación de calidad siguió siendo un privilegio para la mayoría.
- Castigos físicos y humillaciones: Refranes como “la letra con sangre entra” nos recuerdan la justificación de todo tipo de maltrato. Aunque surgieron figuras que ya entonces tenían en cuenta y respetaban al niño como Giner de los Ríos, Don Bosco o más tarde Steiner (pedagogía Waldorf) o Montessori.
Los tiempos han ido cambiando, pero para algunas cosas, el modelo educativo no lo ha hecho tanto; y la sociedad demanda un enfoque más holístico y personalizado.
Como padres y educadores, es nuestro deber reflexionar sobre cómo podemos preparar a nuestros hijos para un mundo en constante cambio. Debemos fomentar en ellos el amor por el aprendizaje, la creatividad, el pensamiento crítico y la capacidad de trabajar en equipo, sin olvidarnos el seguir aprendiendo durante toda la vida.
Para quienes practicamos la educación en casa, en este sentido, se presenta como una alternativa que permite adaptar el aprendizaje a las necesidades, intereses y ritmos de cada niño.
En resumen: La transformación industrial marcó un antes y un después en la educación. Si bien sus aportes fueron significativos, también dejó cicatrices. Hoy, como padres y educadores, tenemos el desafío de aprovechar las lecciones del pasado para construir un futuro educativo más justo, significativo y adaptado a sus necesidades.
Y para seguir explorando este tema, te invito a:
- Leer libros y artículos sobre la historia de la educación.
- Visitar museos y exposiciones relacionadas con la Revolución Industrial.
- Hablar con tus hijos sobre sus expectativas y sueños para el futuro.
Sobre Josune Segovia Bueno
Madre homeschooler, experta en Educación Alternativa
Ver todas las entradas de Josune Segovia BuenoAsesora pedagógica en Clonlara School, programa en español
Te acompaño a encontrar tu Ikigai, ya seas adolescente o adulto.