La metonimia, junto con la metáfora, es un factor que contribuye al enriquecimiento del vocabulario. Gracias a la metonimia, la relación existente entre dos realidades –ya sea por su proximidad física o temporal, o por la asociación lógica que se establece entre ambas– permite utilizar el nombre de una de ellas para referirse a la otra. Atendiendo a la naturaleza de esa vinculación entre los términos, cabría distinguir entre metonimia y sinécdoque, aunque podría considerarse que esta última es, en sentido amplio, un tipo particular de metonimia.
“La metonimia recurre al desplazamiento del sentido recto del vocablo, aumentando así las posibilidades expresivas de la lengua. Para ello cuenta con el contexto. Como resultado, cabe nombrar algo tomando el efecto por la causa –las arrugas por la vejez– o a la inversa, la causa por el efecto, y decir que el sol se soporta mal para expresar que hace calor.
“También se recurre al uso metonímico del lenguaje cuando se toma a un autor por su obra –y se dice, por ejemplo, que ese Picasso cotiza al alza o que a cierta edad uno disfruta leyendo a Cervantes– o se utiliza el signo en lugar de aquello que significa: ceñir la corona implica asumir la autoridad monárquica.
“Hay aún otras posibilidades. El continente puede servir para expresar aquello que contiene. Una persona adulta sin mayores problemas gástricos puede tomarse dos tazas de té. Del mismo modo, todo el mundo entiende que si Barcelona sale a la calle, la ciudad no es estrictamente el sujeto de la manifestación, sino sus habitantes. A veces, el lugar de origen de un producto termina por imponerse como denominación del propio producto, lo que ocurre, por ejemplo, con el champán (de Champagne, Francia), o con el cabrales, un queso de España y nombre de un concejo asturiano. En ambientes periodísticos o literarios cabe hablar de la mejor pluma, ya que resulta habitual que el instrumento designe al agente que hace uso de él.
“También serían metonimias recurrir a una pare de algo para designarlo en su totalidad –las cabezas de ganado son, como parece obvio, los animales completos–, o nombrar la materia con que un objeto ha sido fabricado para referirse a dicho objeto –clavar el acero se identifica con clavarle a alguien la espada–”.
([Tomado de Nunca lo hubiera dicho. Los secretos bien guardados (o no tanto) de la lengua española. España: Taurus – Real Academia Española – Asociación de Academias de la Lengua Española [Colección HABLANTES], 2022, pp. 164-165.)
Sobre Luis Fernando García Núñez
Periodista de la Universidad INPAHU, editor y docente colombiano. Ha ejercido su profesión como profesor durante más de 30 años en universidades como la Universidad Nacional, Universidad de los Andes, Universidad del Rosario, Universidad Javeriana, Universidad Externado de Colombia y en el Instituto Caro y Cuervo. Es autor de Guía para la elaboración de documentos escritos, Escribir es pensar y coautor de los libros Competencias comunicativas: escenarios de la comunicación y TV Cultura. También es colaborador de Le Monde Diplomatique, la revista Libros & Letras, el Periódico de Chía y editor de Leyendo a Silva y de Repertorio crítico sobre Gabriel García Márquez.
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