Hablo muy a menudo con estudiantes y con sus padres, y algo que siempre trato de saber, de manera directa o indirecta es eso, ¿qué sueñan?
Qué quieren ser de mayores, qué les gusta aprender y que no, indagar en por qué no; quienes son sus referentes o modelos a seguir, qué heridas emocionales pueden tener ( y a veces descubro que no quieren aprender algunas materias porque alguien les dijo que no era lo suficientemente bueno, o él/ella misma llego a esa conclusión al compararse con los demás) …porque hablando de sueños tenemos que diferenciar los bonitos, los que nos nutren, los que nos hacen vibrar y ponen una sonrisa en nuestra cara; sin olvidar los “otros”. Esos que hacen que nuestra respiración se entrecorte, nuestros hombros bajen y creamos que el mundo es un lugar inhóspito: nuestras pesadillas.
Los niños y los adolescentes son seres en construcción, hermosos seres que, por naturaleza, sueñan, construyendo mil historias en sus cabezas. Es natural observar a los niños crear situaciones imaginarias en su mente, representar personajes y emplear el juego simbólico. Todo esto forma parte de su desarrollo, favorece su creatividad y les ayuda a superar miedos. También les ayuda a adquirir habilidades y a ganar confianza para la vida.
Durante la adolescencia también son frecuentes las ensoñaciones y sin duda, es el momento en el que, con el apoyo adecuado, ellos pueden creerse capaces de conseguir lo que se propongan.
Por otro lado, es un momento de suma vulnerabilidad donde la opinión de externos puede manipular su mente hasta el extremo que todo ese mundo mágico se convierta en un auténtico calvario, hasta el punto en que pueden ser capaces de no ver la salida a lo que les ocurre. Es ahí donde, como padres amorosos, podemos dar las herramientas adecuadas a nuestros hijos. Recuerda: nunca es tarde. Recuerda: no estás sola/o.
¿A qué me refiero? A no compararle, ni fomentar a que se compare con los demás; sino que pueda inspirarse en figuras importantes. Por ejemplo, si tienes una hija adolescente que se siente mal porque se cree “rara” al gustarle la automoción, muéstrale el ejemplo de otras mujeres relevantes en ese sector.
Otra idea podría ser ofrecerle tu ayuda, pero sin interrogatorios. Disparar una ráfaga de preguntas acerca de lo que ha hecho durante el día y cómo se siente, seguramente le pondrá a la defensiva. Es mejor expresarle de manera honesta que estamos preocupados por él o ella, y decirle que nos gustaría poder ayudar.
Ayúdale a cambiar su lenguaje interno (y ya de paso revisa el tuyo). Muchas veces nos maltratamos a nosotros mismos. Si crees que tu hija/o lo hace, prueba a pedirle que escriba en una columna palabras o frases que se dice en su día a día, para luego tratar de sustituir esas palabras por otras en un tono más compasivo, amable y cariñoso. Por ejemplo, puede que al cometer un error tenga pensamientos como “soy un inútil, no sirvo para nada”, pero puede aprender a sustituirlo por un mensaje más benévolo: “me he equivocado y no pasa nada, todos cometemos errores y esto puede servirme para hacerlo mejor la próxima vez”.
Por ir concluyendo un tema tan delicado y extenso, dejaré dos ejercicios más que os pueden ser útiles:
Carta a uno/a mismo/a
Este ejercicio servirá para trabajar su autoestima. Básicamente, consiste en pedirle que se escriba una carta titulada “Querido yo”, en el que se pida perdón por haberse tratado mal por diferentes razones (su forma de ser, su aspecto, cómo se ve frente al resto…). La carta es una forma de ver sobre el papel la dureza con la que se habla, el daño que puede llegar a hacerse con sus pensamientos y palabras de desprecio.
Esta carta es una reflexión para cambiar el lenguaje interno y darse cuenta, ellos mismos, de cómo se autoevalúan. Lo ideal es pedirle que nos lea su carta en voz alta, ya que al verbalizar esas palabras despectivas, puede llegar a ver lo duro/a que es consigo mismo e incluso darse cuenta que esos hechos no son realmente tan sumamente graves como ella/él pensaba.
Pero hace falta que esté preparado, de nuevo no debemos forzar a que nos lo lea. Quizá en un primer paso sólo se atreva a leérselo a sí mismo.
Uniendo este ejercicio con el anterior, pueden volver a redactar la carta como le hablarían a uno de sus amigos. Tendemos a tratar mejor a
los demás que a nosotros mismos, viendo los fallos como puntos de mejora, y no como verdades inmutables. Pudiendo comenzar la carta esta vez con “Querida/o amiga/o”.
Y para reconstruir su autoestima también está el ejercicio del árbol.
Le pediremos que dibuje un árbol que ocupe todo un folio. Deberá incluir raíces, tronco y copa. En la zona de las raíces indicará sus cualidades, habilidades y capacidades. En el tronco, las cosas positivas que hace. Finalmente, en la copa tendrá que indicar los logros que ha conseguido en su vida hasta la fecha. Es fundamental que el ejercicio lo haga de manera autónoma, de forma que sea él/ella el que decida qué escribir, aunque nosotros le acompañemos en esta tarea.
Acompañemos a nuestros hijos e hijas a que recuperen la magia de los sueños si alguna vez la perdieron o si pensamos que un poquito de refuerzo positivo puede venir bien, para que sigan o vuelva a confiar en sí mismos, permitiéndose desarrollar sus capacidades y su potencial más allá de lo imaginable.
Sobre Josune Segovia Bueno
Madre homeschooler, experta en Educación Alternativa
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