¿Así, cómo?
Una mañana de sábado del año 2011 me senté con mi primera hija, de tres años, para repasar con ella los trazos de las vocales. Impulsada por un deseo surgido, quizá, de la horrible frustración que había sido la escuela para mí, organicé una mesa al nivel de ella, dispuse témperas y pinceles (en caso de que ella no quisiera utilizar los dedos), hojas blancas de papel y la invité a sentarse frente a un ventanal con vista hacía los cerros orientales de la ciudad de Bogotá. Era donde vivíamos entonces.
Sobre el papel repitiendo los patrones de aprendizaje sobre los que yo misma había sido educada, le hice un punteado en lápiz que ella debía seguir para lograr las letras. Estábamos en eso, de pronto me encontré frente a la mirada profunda de este pequeño ser. Lo más parecido a un ángel que yo h...