En este número de Repensando reflexionamos sobre la innovación, cuando nuestra directora me indicaba este tema, me vino el recuerdo de un libro sobre anatemas de Confucio y Mencio. Quiero recordar que el libro se llamaba “los Cuatro libros de Sabiduría”. Los discípulos escribían los recuerdos de lo que sus maestros decían y lo echaban en una canasta y el libro se hizo con esos mimbres. Pues, lo que me vino a la cabeza, fue un anatema sobre la innovación. Cuando pensamos en la innovación, consideramos el progreso con bienes materiales, pero no en lo que provocan moralmente esos bienes, porque se acepta generalmente que todo lo avanzado es bueno para la sociedad. Los antiguos chinos, cuando inventaban algo, lo escudriñaban por todos lados, trataban de comprobar todas las posibilidades de aquel invento y si beneficiaría a la sociedad del momento, al menos eso explicaba Confucio.
Krishnamurti, un sabio que vivió en el siglo pasado, ¿se preguntaba cuando empezaban a despegar allá en la década de los setenta las computadoras, si estás, nos traería mejoras sustanciales a la mente humana?
Como pueden ver, los sabios no cerraban la puerta a la innovación, pero no la abrían de par en par tan alegremente.
Eso debió de pensar el guionista de nuestra la película de hoy. “Los Dioses deben estar locos”. Nos encontramos con película que trata con un humor (a veces es desternillante), el tema de la innovación.
Sinopsis:
Nixau es el patriarca de una familia de bosquimanos, sin ninguna relación con el mundo y la lidera siguiendo un orden natural. Mientras ellos viven en paz, al rededor suyos, el mundo sigue una deriva agresiva y acelerada. Nuestros bosquimanos viven en medio de un territorio donde hay una guerra civil, pero no lo saben. Dos facciones del gobierno se enfrentan en una guerra por el poder. Al mismo tiempo, un conservador de la naturaleza y una reportera que va a cubrir la guerra se ven envueltos en aquel delirio. La verdad es que se agradece que no se enfoque la película con tintes dramáticos, más bien es, una parodia de la realidad africana con sus negros, sus blancos y sus indígenas.
Estos bosquimanos alguna vez habían sentido el ruido de una avioneta y lo achacaban a los Dioses que vivian en el cielo. Un día, los dioses le hacen un regalo. El piloto arroja la botella vacía de una coca cola y cae en el poblado. Los bosquimanos nunca habían visto un objeto procesado y lo reciben como un regalo de los dioses. La botella es a empleada como útil para usar en cosas de su vida cotidiana. Pero aparece un elemento psicológico que no existía en sus vidas, el deseo de posesión individual; los antes inocentes bosquimanos, quieren poseer la botella para su único beneficio. Un conflicto entre niños desata la necesidad de devolver la botella a los dioses y no cuento más para que vean la película.
La fotografía nos acerca a veces al documental, muy inteligentemente aprovecha la luz de la sabana africana deteniéndose en sus animales y árboles. No se le pide muchos recursos técnicos, ni grandes interpretaciones a esta cinta porque hay detrás un guion compacto y bien argumentado. Sus actores son noveles en su mayoría, como el mismo protagonista, que se interpretan a sí mismo. La profesional dirección le da empaque a la película para divertirnos mucho.
Sí, la pueden ver con sus hijos y, luego comentarla, desarrollando esa botella, símbolo de lo corriente para nosotros, pero tan innovador para otros. ¿Todo lo innovador es bueno? Antes, por ejemplo, cuando la gente no sabía leer, solía trabajar la memoria más hoy en día usar una calculadora nos evita hacer grandes cuentas, pero por otro lado nos invita a no utilizar el cerebro.
Me despido invitándoles a ver la película y una cosa amigos, por favor, devuelvan un comentario cuando la hayan visto.
Ficha técnica:
Título original: The Gods Must Be Crazy.
País: Botswuana -Surafrica.
Duración:109 minutos.
Año: 1980.
Dirección y guion: James Uys.
Música: Jhon Boshoff.
Fotografía: Buster Reynolds,Jamie Uys,Robert Lewis.Reparto: NiXau, Marius Weyers, Sandra Pinslo, Kem Gampu
Sobre José María Luque Martín
Nacido en Sevilla (España) Estudió filosofía al estilo clásico en Org. Internacional Nueva Acrópolis. Conoció el proyecto Conocimundo en primavera 2021, quedando encandilado por la personalidad de su directora Mabel Sánchez y forma de integrar las nuevas tecnologías con la Educación en Casa. Actualmente colabora en Conocimundo en "Sabiduría Andariega".
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